viernes, 23 de marzo de 2012

MOTIVOS PARA IR A LA HUELGA



Nos encontramos de nuevo ante una convocatoria de huelga general. Esta vez nos hemos unido la mayoría de los sindicatos (CCOO, UGT, CGT, ELA, CIG,…) el mismo día 29 de marzo de 2012 para luchar contra una Reforma Laboral que consideramos el mayor ataque contra los trabajadores y trabajadoras desde que tenemos la democracia.

La reforma laboral supone un nueva vuelta de tuerca (cada vez va quedando menos rosca) en los derechos de todos para satisfacer las demandas de los mercados financieros que están suponiendo ajustes presupuestarios que afectan fundamentalmente a los servicios que las Administraciones Públicas proveen a la ciudadanía y a la inversión pública en la actividad económica. ¡Afectan directamente a nuestro trabajo!

Muchos empleados y empleadas públicos siguen pensando que esta huelga no va con ellos, que tenemos las condiciones de trabajo aseguradas. ¡Nada más lejos de la realidad!

Desde que está en el poder, el nuevo Gobierno ha adoptado medidas que afectan a tus derechos y a tus condiciones de trabajo:

-Te ha congelado por segunda vez tu sueldo.

-Te ha incrementado la retención del IRPF.

-Ha decidido no aportar nada al Plan de Pensiones.

-Ha congelado la Oferta de Empleo Público.

-Ha decidido la no contratación de personal temporal, ni el nombramiento de
funcionarios interinos.

-Ha suprimido la tasa de reposición en toda la Administración General del Estado salvo en “servicios prioritarios” en que como mucho será del 10%.

-Ha amortizado la totalidad de las vacantes generadas por jubilación.

-Ha aumentado unilateral de la jornada laboral.

¡Y todavía falta la Ley de Presupuestos! No sabemos que va a pasar pero lo que sí sabemos es lo que están haciendo algunas Comunidades Autónomas gobernadas por el PP: reducción salarial, reducción de los días de asuntos propios y vacaciones, movilidad forzosa… El nuevo Gobierno, lejos de corregir las fracasadas políticas anteriores (congelación de pensiones, reducción del salario de los empleados y empleadas  
públicos, incumplimiento de la ley de dependencia, retirada de 6.400 millones de inversión pública, la reforma laboral y de la negociación colectiva de junio y septiembre de ese mismo año, y la reforma Constitucional), ha optado por insistir y profundizar en ellas: ajuste presupuestario más drástico, nueva reforma laboral y signos de  autoritarismo político. Insistir en estas políticas es suicida.

Los empleados y empleadas públicos hemos sido uno de los blancos preferidos de los Gobiernos de turno. Ya nos bajaron el salario un 5% de media, ya incumplieron los Acuerdos firmados en el ámbito de la Administración General del Estado .Contra todas estas medidas impuestas por el anterior Gobierno les convocamos una huelga en la Función Pública el 8 de junio de 2010 y una huelga general el 29 de septiembre del mismo año.

La justificación del Gobierno actual es que hay más de 5 millones de desempleados. La ausencia de actividad económica es la que explica que el desempleo siga creciendo en España. Igual que la destrucción masiva de empleo en nuestro país se explica por la realidad de nuestro tejido productivo, por las opciones adoptadas en el pasado y por el tipo de empleo asociado a ellas. A un mes de vigencia de la reforma los datos de desempleo del mes de febrero son concluyentes: 112.269  personas más en el paro y un incremento exponencial del número de consultas a los sindicatos por la aplicación de la norma.

Para enfrentar el problema del desempleo en España existen otras alternativas  como las que desde el movimiento sindical hemos promovido. Un gran pacto por el  empleo que contemple medidas en la política fiscal, en el sistema financiero, en el control de los precios. Un acuerdo que combine medidas de flexibilidad interna en las empresas con otras destinadas a la reactivación económica, que apunte a un cambio en nuestro modelo de crecimiento.

Pese a nuestras propuestas y a la disposición a negociar y cerrar acuerdos que el movimiento sindical ha demostrado, la respuesta que se ha dado por parte del Gobierno, es una reforma laboral impuesta. Tras más de veinte años de vigencia del diálogo social este se ha despreciado. El presidente del Gobierno ni se ha dignado a responder a la carta que remitieron los secretarios generales de CCOO y UGT en la que solicitaban que se abriera el diálogo social para corregir la reforma en el proceso de trámite parlamentario.

El Gobierno ha decidido una nueva Reforma Laboral que, por la forma y el fondo, merece nuestro profundo rechazo, además de mostrar indicios de inconstitucionalidad.
Una reforma que no se ha sometido a negociación con los sindicatos, que no respeta los contenidos del acuerdo de enero con los representantes empresariales (pese al aplauso generalizado que entonces se le brindó) y que solo recibe el respaldo de los empresarios y de los foros internacionales que preconizan las políticas de ajuste.



Lo que nos jugamos en esta huelga es nuestro sistema de relaciones laborales. De ser más o menos equilibrado pasamos a un sistema donde se inclina la balanza claramente a favor del empresario. Un sistema donde el despido deja de ser libre para convertirse en libre y gratuito, donde el empresario puede fijar y modificar unilateralmente las condiciones de trabajo, donde se propicia la judicialización de la resolución de los problemas en vez del acuerdo. Apostamos por un sistema donde se luche por crear empleo de calidad para todos y todas.

Ya va siendo hora de que nos movilicemos de una vez por todas y digamos ¡Basta ya de recortes! Los trabajadores y trabajadoras, especialmente los empleados y empleadas públicos, no podemos ser siempre los que paguemos las políticas de ajuste del Gobierno de turno.

El conflicto se puede evitar si el Gobierno abre un proceso de negociación que culmine con un acuerdo que modifique en profundidad el contenido del Real Decreto-Ley; modificaciones que deberían incorporarse en forma de enmiendas en el proceso de tramitación parlamentaria antes de que finalice el mes de marzo. La ausencia de respuesta a nuestras demandas de negociación y las afirmaciones de los máximos responsables del Gobierno de que la reforma no se va a modificar en lo sustancial contribuyen únicamente a incrementar la tensión social.

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